Me mudo a las afueras

afueras

Estimado lector,

El centro de las ciudades es bullicioso, ruidoso, eléctrico, constantemente están sucediendo cosas y todo está diseñado para captar tu atención. Algo así sucede con las redes sociales hoy en día, en incensante disputa por tu click y por tu tiempo de visualización. A mi el cuerpo me ha dicho basta. Concretamente el cerebro, que está perdiendo la pugna y necesita airearse. Imagino que también será una cosa de la edad digital -entiéndase esto como años conectado a este ingenio digital llamado Internet- que ya no me permite soportar la algarabía del ritmo frenético predominante hoy en día.

Si en los 90 llamaban a Internet «la autopista de la información», no sé que apodo cabría ponerle a este vástago suyo llamado Redes Sociales donde todo se ha acelerado a velocidad límite. Debido a que ahora todos tenemos un potentísimo punto de acceso a internet en nuestros bolsillos (y que está disponible las 24 horas), todo está diseñado para que pases ratos haciendo scroll de cosas que lo mismo ni te interesan, mirando el siguiente story (y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente…), leyendo twit tras twit hasta que das con uno que te ponga de mala leche para que, con las defensas bajas, sucumbas al impulso y te enzarces a discutir con otro cabeza hueca como tu. ¿Y todo esto para qué?

Los posts y stories que probablemente pasé viendo durante una hora habrán ido directamente al pozo sin fondo de mi memoria, del que rara vez vuelven, y al final lo más valioso que he perdido ha sido esa hora de sueño, de lectura, de atención hacia la gente con la que esté en ese momento… Debo practicar una higiene con la distribución de mi tiempo, y de ahí la determinación de huir de los barrios céntricos de la red hacia una periferia más tranquila.

Ya hace unos años me quité Facebook y el único daño colateral fue que el 90% de mis conocidos ya no se acuerdan de mi cumpleaños. Nada dramático, pues me ha sucedido un par de años que hasta a mi se me olvidó. Los que me conocen saben que tengo una memoria nefasta para los nombres y las fechas. En este siguiente paso que doy, Instagram, Twitter y Reddit van fuera. Preveo que será complicado deshacerme de la memoria muscular que el abuso hasta el hartazgo de esas redes ha dejado grabada a fuego en mis manos.

Entonces, ¿voy a volverme invisible? ¡Nada más lejos de la realidad! WhatsApp se queda, pues al final es un medio de contacto y por suerte en mi caso no muy activo. Con Telegram sólo interactúo cuando estoy en el ordenador, por lo que no es nada problemático. Este blog será el nuevo hogar de cualquier idea que mi cabeza tenga a bien parir. Pero sin compromisos, claro, no estamos en los tiempos (¿habrán pasado ya casi 12 o 13 años?) en los que tener un blog era lo último y aquellos que no éramos muy perseverantes siempre acabábamos los posts con alguna suerte de plegaria e invocación prometiendo al respetable que seríamos más frecuentes en nuestros arranques de escritura. Además este blog también lo sirvo en formato newsletter, por si no quieres volver a visitar esta página.

Si quieres contactarme puedes hacerlo como ya he dicho por WhatsApp, Telegram, email, SMS, correo postal, paloma mensajera, comentando en este blog, por radio (si me buscas con el indicativo EA4HGI), por Discord si compartimos alguna afición e incluso por IRC. No es una desaparición digital, es más bien una mudanza al suburbio donde las cosas van más despacio y no existe esa constante demanda de tu reacción y tu tiempo. Quiero ser ese amigo digital que no ves muy frecuentemente pero que si quieres puedes ver en qué anda metido. No pretendo sentar cátedra ni decir las tres verdades del barquero sobre las redes sociales; sólo quiero dar cuenta de mis pasos para el que quiera buscarme.

Sin más, ya sabes dónde estoy, en este mensaje te dejo mis señas y espero que nos encontremos en lugares con menos jarana digital.